A cinco meses del inicio de la pandemia, el país ya ha superado la barrera de los 100.000 muertos y el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro sigue relativizando la tragedia y abogando por la "vuelta al trabajo", en medio de una caótica flexibilización de las cuarentenas en los estados y municipios.
103.026 personas perdieron la vida hasta este miércoles, y hay más de tres millones de infectados. Miles de brasileños sufren el dolor y el luto por la pérdida de sus seres queridos ante una tragedia que, en opinión de los expertos, podría haberse atenuado.
Desoyendo las recomendaciones de los especialistas y de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Bolsonaro sigue diciendo que la política de aislamiento social aplicada por gobernadores y alcaldes es excesiva y está provocando severos daños a la primera economía latinoamericana que, según el Banco Central, podría cerrar 2020 con una caída por encima del 5,6 % del PIB.
Cuando el país superó los 100.000 muertos el sábado, el Congreso Nacional y el Supremo Tribunal Federal decretaron un día de luto oficial, pero Bolsonaro prefirió publicar en Facebook una foto suya felicitando al equipo de fútbol del Palmeiras tras una victoria en un campeonato.
Negación de la epidemia
Su comportamiento y la falta de unas palabras en memoria de los fallecidos ha generado una oleada de críticas. "Lamento tener que decir que Bolsonaro es omiso y negacionista, a pesar de que fue víctima de la enfermedad. Sigue minimizando los efectos de la crisis de salud más grave de la historia del país", manifestó recientemente el gobernador de Sao Paulo, Joao Doria.
"¿Cómo va a bajar la curva si se están abriendo todas las actividades? Nos reducimos a decir que tenemos camas de Unidad de Terapia Intensiva (UIT), así que vamos a abrir todo. Que se pongan máscaras, que estén lejos y con eso pasaremos la tragedia", critica el infectólogo.
En opinión de Urbáez, el Gobierno no ha realizado la debida campaña para explicar a la población sobre el grave problema al que se enfrenta, mientras predomina una "narrativa folclore de medicamentos milagrosos [la cloroquina]" que ha creado "una psicosis colectiva promovida por el propio presidente de la República".
"Pandemia de las clases bajas"
Además, otro punto importante, argumenta, es que "el virus entró por las clases altas y ahora es una pandemia de las clases bajas, de los grupos precarios, sin voz, los invisibles, absolutamente carentes de servicios de agua, de educación y de acceso a la salud. Si se analiza a las 1.000 personas que mueren todos los días, no hay duda de que la inmensa mayoría son pobres".
Una vacuna es para muchos especialistas la única manera de combatir al virus. Brasil, convertido en laboratorio de ensayos clínicos, ya ha firmado acuerdos con Reino Unido y China para la producción en masa de vacunas en caso de éxito.
"El proceso es muy complejo y parece que va a llegar y mañana estará todo controlado. Pero, ¿cómo será el plan de vacunación? ¿Quién va a recibir qué y cómo se va a distribuir?", se pregunta Urbáez.
"Hay una intención de convertir a la vacuna en un milagro, en una bala de plata, que de la noche al día va a resolver todo y mientras tanto dejemos que el virus siga desarrollándose", deplora.