El rescate de los menores atrapados en la cueva tailandesa de Tham Luang fue todo un éxito. Dieciocho días después de que los niños y su entrenador se adentraran en las tripas de la gruta , en el norte del país, los cuerpos de rescate consiguieron salvarlos.
La operación de rescate duró tres días, se saldó con una sola víctima (el socorrista tailandés Samam Gunan falleció el viernes) y ahora está en manos de los médicos del hospital principal de la provincia de Chiang Rai, donde los pequeños están recibiendo atención sanitaria.
El centenar de buzos que participaron en la comitiva sortearon las condiciones adversas provocadas por las lluvias monzónicas típicas en esta época del año. Fue la razón por la cual los niños y su entrenador se vieron obligados a adentrarse en los pasillos estrechos de Tham Luang y supuso el detonador de un recorrido complicado, exigente y extenso.
Cada niño fue escoltado por dos buzos profesionales durante los casi cuatro kilómetros que les separaban del exterior: uno por delante cargándole el tanque de aire de 12 litros y otro por detrás reforzando la seguridad del pequeño. El camino estuvo guiado por cuerdas de 8 milímetros de grosor, y alumbrado por focos estáticos y linternas portátiles que vistieron los rescatistas atadas a la parte posterior de la cabeza.
El trabajo previo al comienzo de la operación rescate fue crucial. Durante días se valoró la opción de excavar agujeros para evitar que los niños bucearan. Se perforaron más de 100 orificios, que sirvieron para instalar bombeadores de agua. El trabajo diario de socorristas de varios rincones de todo el planeta posibilitó que casi 3,5 kilómetros pudieran ser recorridos sin tener que bucear. La complicación estuvo en la estrechez de varios pasillos, que obligó a sacarse las bombonas de oxígeno y realizar escorzos para seguir avanzando.
Marines de Tailandia, China, Estados Unidos, Japón y Australia, entre otros, fueron los principales responsables de que el trayecto fuera así. Bombearon cerca de 243 millones de litros de agua; una cantidad suficiente para sumergir por completo la Estatua de la Libertad.
Una historia con final feliz.
Los doce niños están vivos. Su entrenador también, y en las próximas horas podrán reunirse con sus familias. En Tailandia están de celebración: los voluntarios ofrecen manzanas a los periodistas por su trabajo, algunos incluso se acuerdan de la invitación del presidente de la FIFA a los niños a la final de la Copa del Mundo y hasta Donald Trump festeja la hazaña.