CALIFORNIA SE PREPARA PARA EL "BIG ONE"

Este jueves más de nueve millones de personas participaron en California en el llamado 'Great ShakeOut' (la gran sacudida) un simulacro de megaterremoto con el que se quiere entrenar a los ciudadanos para que estén preparados para el inevitable "Big One".

El ejercicio -que tuvo un especial seguimiento en centros educativos y organismos públicos- se realizó por sexto año consecutivo con la idea de que la población pueda hacer frente al temido 'Big One', el terremoto de gran magnitud que, según los científicos, con toda probabilidad golpeará California en los próximos años.

Los cálculos más conservadores apuntan a que, de producirse un sísmo de magnitud +8,0 grados en la escala de Richter en la falla de San Andrés - que atraviesa de norte a sur esta región de la costa oeste de Estados Unidos- cerca de 2.000 personas morirían y habría más de 50.000 heridos. Los daños materiales superarían los US$200.000 millones.

Ante este escenario, las autoridades californianas consideran que es de vital importancia que los ciudadanos puedan valerse por sí mismos ya que, con las consecuencias devastadoras que tendría un sismo de esta magnitud, muchas de las infraestructuras básicas quedarían destruidas y los equipos de emergencia se verían desbordados.

"Queremos preparar a los ciudadanos para que puedan ser autosuficientes durante varios días después de un sismo, cuando no haya suministro de agua y electricidad. Lo que más nos preocupa no es el terremoto en sí, sino la situación que se vivirá tras el temblor".

"California es una de las regiones del mundo mejor preparadas contra los terremotos", para hacer frente a un sismo como el 'Big One', tendrían que tener "muchos más bomberos, equipos de emergencia y personal sanitario", algo que, según los expertos, resulta complicado dada la falta de voluntad política y los problemas presupuestarios.

Las advertencias de los geólogos
Los últimos grandes sismos que sacudieron California fueron el de Northridge (6,7 grados), en 1994, que dejó 57 muertos en el área de Los Ángeles, y el de Loma Prieta (6,9 grados), que se cobró la vida de 67 personas en San Francisco en 1989.

Estos temblores llevaron a la introducción de cambios en los códigos de construcción y a que se reforzaran las estructuras de los edificios que albergan hospitales y escuelas, así como las de algunos puentes y autopistas.

Pero de eso hace casi dos décadas, lo que contribuye a que el público preste poca atención a las advertencias de los sismólogos, que creen que tanto en el sur de California como en la región de la bahía de San Francisco existe una probabilidad superior al 90% de que en las próximas tres décadas se produzca un sismo de más de 7 grados de intensidad.
"La gente no quiere pensar en algo como un terremoto y sólo empiezan a preocuparse cuando lo viven en carne propia", asegura Kelly Huston, subdirector de la Oficina de los Servicios de Emergencia de California (OES, por sus siglas en inglés).

"Hicimos un estudio hace tres años para saber cuán preparada está la población de California para enfrentar un gran terremoto y concluimos que menos de la mitad de los californianos han tomado las precauciones necesarias. Eso es muy preocupante. La complacencia del público es muy preocupante".

En 2010, con el objetivo de preparar un plan de respuesta ante un sismo de dimensiones catastróficas, la OES pidió al Servicio Geológico de EE.UU. (USGS, por sus siglas en inglés) que planteara un escenario en el que un terremoto de 7,8 grados originado en la falla de San Andrés golpeara el sur de California.

"Desastre sin precedentes"
Las conclusiones de los expertos del USGS fueron contundentes. Además de causar más de 2.000 muertos y decenas de miles de heridos, un sismo de estas características afectaría gravemente las principales vías de comunicación de la zona, además de interrumpir el suministro de agua y electricidad.

A ello habría que sumar la destrucción de cientos de miles de edificios, muchos de ellos a causa de los incendios que se originarían por la rotura de las cañerías de gas y la caída de los postes eléctricos.

"Sabemos desde hace tiempo que en California ocurrirá un gran terremoto que tendrá un efecto devastador. Por eso hemos elaborado planes exhaustivos para responder a un evento de esta magnitud", explica Kelly Huston.

Huston cree que lo más importante es que la gente planee qué va a hacer después del terremoto, ya que "va a ser difícil que los servicios de emergencia puedan ayudar a todo el mundo", por lo que "los ciudadanos han de poder valerse por sí mismos durante al menos 72 horas".

"No tendremos ni los recursos ni el personal suficientes, ya que nos enfrentaremos a un desastre como nunca antes visto", señala el experto.

Huston cree que con una mayor inversión se podría planificar mejor la respuesta ante una catástrofe de este tipo, aunque se muestra realista.

"Las finanzas de California no pasan por su mejor momento así que hemos de trabajar con lo que tenemos para desarrollar los mejores planes a nuestro alcance".

El experto insiste en que son los ciudadanos los que deben hacer todo lo posible para estar preparados, adquiriendo equipos de emergencia y suministros de agua y comida, y reforzando las estructuras de sus casas.